Ayer hablaba con una
persona acerca del mundo real, ese que aparece como una penumbra
después de unas vacaciones soñadas o de un cambio brusco económico
o personal, ese que se abalanza sobre nosotros como el tigre
agazapado en la espesura de la selva, para intentar comerse nuestros
sueños.
Yo soy fiel defensor del
poder de los estados de ánimo, y de cómo estos nos hacen ver las
vicisitudes de la vida real de diferentes maneras, de como un cambio
en el trabajo puede verse como como algo terrible que nos avoca al
precipicio más profundo, o una oportunidad para cambiar con algo que
nos estaba matando lentamente. O de como una nueva relación puede
verse como algo que coarta nuestra independencia, o verlo como un
nuevo camino dentro de la misma, cogiendo lo que nos aporta de bueno,
y construyendo algo que nos haga mas fuertes.
Al final, los cambios
son eso, sólo cambios, que están ahí para hacernos sentir que
seguimos vivos, para hacernos salir de esa burbuja de autoprotección
en la que, a veces se convierte nuestra vida. Burbuja, que, aunque
parece que nos aporta una placida tranquilidad, en realidad se va
convirtiendo poco a poco en una coraza que impide que innovemos, que
nos hace temerosos ante cualquier cambio que se produzca en nuestra
vida.
Siempre se ha hablado de
la botella medio llena o medio vacía y, de nosotros depende verlo
así. Yo siempre me he considerado optimista, quizá por eso los
golpes sufridos me han dolido más, por inesperados, pero quizá por
eso también he tenido menos de esos golpes, porque desde un modo de
vida optimista, atraes también a otra gente que ve la vida de la
misma manera.
La vida Real, al final,
no es más que un estado de ánimo, y se puede convertir en dos
cosas, nuestra mejor aliada, o la que nos impide vivir “Nuestra”
vida Real, esa que está tras la burbuja.
Que este mundo puede
convertirse en algo duro, en algo terrible, por supuesto. Que está
lleno de hijos de puta(Lo siento...) dispuestos a jodernos la vida,
pues también, pero, al final nosotros decidimos la influencia que
todo esto tiene sobre nosotros, más allá del momento puntual en el
que nos sucede el hecho terrible, el cual siempre requiere de un
periodo de asimilación, aceptación, adaptación y por último
evolución.
Lo más curioso de
todo, y esto va para los pesimistas, esos que cada pequeño
problema ven un camino sin salida, esos que a la mínima variación o
duda aconsejan abandonar el camino, es que al final, la vida
real es un camino sólo de ida, y, en serio creéis, que dentro de 70
u 80 años vais a recordar a aquel jefe cabrón, aquel golpe con el
coche o a aquella amiga que os traicionó, pues no, os acordareis de
aquel beso bajo la luna, del nacimiento de vuestro hijo, aquel abrazo
que paró el tiempo, aquella complicidad con tus hermanos, esos momentos con tus padres...si no me
creéis, preguntad a vuestros abuelos, esos que aún siguen mirándose
a los ojos mientras entrelazan sus manos.... al final, cuando
nuestra vida toque a su fin, lo que nos quedará será aquella vida
que no creíamos real, la que, como un cuento de hadas, nos
acompañará para siempre...